Mi segundo amor de secundaria era moreno y barroso.
En aquellos tiempos estaba de moda Forrest Gump. Mis amigos citaban a la menor provocación la película. Uno de ellos, en un momento arjonístico, me dijo: Tamara, la vida es como una caja de chocolates.
Y yo dije: claro, como ese güey moreno y barroso, que por aquello de las propiedades organolépticas –excepto el sabor– vendría siendo algo así como un chocolate con leche y trocitos de almendra.
El problema es que ese chocolatito no se dejaba comer, ¡qué dolor y qué antojo!
Corte a:
Han pasado más de diez años, el güey se casó prematuramente y su esposita lo ha engordado a un nivel que haría llorar al niño dios y al PrevenIMSS.
Ahora yo le veo cara-cuerpo malvavisco gigante cubierto de chocolate, de esos que venden en las dulcerías de estación de metro y que siempre te dan en bolsitas de papel kraft. Su mujer no lo deja salir a la calle ni comunicarse con el universo, porque qué tal que una cualquiera le pega un mordisco a su bombón que con tanta dedicación ha hecho crecer y crecer y crecer.
domingo, 15 de junio de 2008
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5 comentarios:
si estuviese obligado a comparar, más que una caja de chocolates, la vida es como dos bolillos con tenedores caminando por la mesa, manejados por chaplin. eso es bonito.
las mujeres que engordan a sus maridos y no los dejan salir son la onda, yo quiero una así.
la vida es un arjonismo, punto.
Yo siempre lo he dicho, la vida es así, como una caja de chocolates: Oblonga y simple.
Saludetes
guaca, las propiedades organolepticas del gordo chocolatoso, con leche y trocitos de almendra. sos malevola, chica guapa de lentes picudos.
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